Desmembración: acción de desmembrar, separar los miembros del cuerpo. Separar, dividir una cosa de otra.
Eso era ella, una cosa separada, dividida en partes, de manera tal que no podía saber qué era en definitiva o quién era.
Sólo se reconocía como algo o alguien llamado Sofía que se debía a los demás, alguien de quién los otros esperaban contención, ayuda o la alegría del payaso.
Una parte para su madre, siempre quejosa, plañidera, con un eterno reclamo insatisfecho. Y la culpa, magistralmente manejada para que no haya lugar a dudas.
Otra parte para su hermana Tere. Aquella que debía socorrerla cuando las disputas con el marido la dejaban agotada, y los cinco hijos que había tenido, necesitaban la atención y el cuidado de una tía.
Algunas otras partes se repartían entre los amigos, conocidos y su novio, siempre dispuesta a escuchar, aconsejar, acompañar en los malos momentos.
Gabriela que somatizaba todo cuanto le sucedía en su casa, en la oficina, en la vida, y José Luis con sus eternas penas de amor imposibles de solucionar.
Y así uno y otros y otros, esperando, reclamando, creando obligaciones, que Sofía sentía como pesadas piedras aplastando su frágil existencia.
Cuando Eduardo la abandonó, a pocos días de la fecha fijada para su boda, ella sintió que el mundo se derrumbaba. No podía entender en qué había fallado.
Estuvo junto a él durante años, compartiendo los buenos momentos y de los otros, de aquellos en que con amor lo apoyó para sobrellevar la muerte de sus padres, cuando lo despidieron del trabajo y ella lo ayudó económicamente hasta que pudo recomponer su situación, y también todas las veces que decaía por su depresión.
Ahora que había conseguido seguridad económica y se sentía fortalecido psicológicamente, se daba cuenta, le dijo, que había sido una carga para ella, que no la quería tanto como merecía ser querida y por lo tanto la dejaba en libertad para que rehiciera su vida, mientras tanto él comenzaba una nueva junto a una compañera de trabajo.
Para salvarla de la destrucción total y no perderla, debieron internarla tres largos meses en una clínica psiquiátrica. Allí, aún bajo los efectos de los medicamentos, podía oír como hablaban de ella, de su fragilidad, su debilidad de carácter, escuchar las quejas ajenas y los comentarios sobre el casamiento de Eduardo y su viaje de luna de miel a Brasil.
Tenés que ser fuerte, le decían; tu familia, tus amigos y todos los que te queremos bien te estamos esperando; qué vamos a hacer sin vos, le repetían una y otra vez, creyendo que con eso la pondrían otra vez de pie.
Después de esa internación no volvió a ser la misma. Tenía largos períodos de una agobiante tristeza, que le apretaba el pecho impidiéndole respirar. Otras veces revolvía cajones, espacios olvidados de la casa, buscando esas partes desmembradas de su persona que necesitaba para reconstruirse, ya que esto se había vuelto un verdadero desafío.
Un día le pidió a su madre que le devolviese esa parte suya llena de culpa, y a su hermana, la parte que entretenía a los sobrinos. La llamaron egoísta porque lo que se daba no se debía volver a pedir.
A sus amigos les reclamó las partes prestadas durante años, y ofendidos por el pedido dejaron de verla. No tenía derecho a demandar la devolución de algo que había dado de buen grado y ya no le pertenecía, comentaban amigos y conocidos.
Para todos había dejado de ser esa muchacha buena y servicial que habían conocido durante tantos años, y que demostraba finalmente, ser egoísta y pedigüeña.
Desde entonces no había vuelto a salir y nadie del barrio sabía nada de ella.
Cuando la ausencia de la madre de Sofía, de Tere y el abandono que se observaba en la casa llamó la atención de los vecinos, un tío lejano, alertado por alguien, se llegó hasta la vivienda.
Encontraron a Sofía sentada frente al espejo, tratando en vano de reconstruirse, con algunas de las partes desmembradas que había logrado reunir.
Norma Beatriz López. Escritora y poeta. Nació en la Ciudade de Buenos Aires. Actualmente reside en el barrio de Barracas (Capital Federal)
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